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Colombia: ¿Potencia mundial de la vida? (Columna de opinión)



Por Miguel Ángel González Mesa

 

Hace casi tres años el país se veía inmerso en una de las decisiones más terribles en su historia reciente. Dos candidatos populistas, violentos en sus formas y con complejo mesiánico se disputaban la presidencia de la república. Después de reflexionar acerca de la desoladora paradoja de elegir el mal menor, decidí darle mi voto a la persona que posteriormente ganaría las elecciones. Uno de los motivos que me llevó a tomar esta decisión fueron las banderas del progreso que, para bien o para mal quedaron en manos del pacto histórico, una de las más importantes, sin lugar a duda, era la lucha contra la crisis climática -la defensa de la naturaleza- y las tomas de decisiones consultadas y aprobada por la comunidad que en él habita.


Uno de los epicentros del debate público y ambientalista de los últimos años es la isla de Gorgona. Ubicada a solo veintiocho kilómetros al oeste del pacífico colombiano es considerada como uno de los pulmones verdes del planeta por su diversidad y cantidad de arrecifes de coral, pero también reconocida, por desgracia, como un punto de interés para los Estados Unidos, quienes ven en ella -y en su vecina Galápagos- gracias a su geografía un centro estratégico para desplegar bases militares para la ya tan cansina e inútil lucha contra el narcotráfico.


Desde hace ya una década se ha buscado la aprobación de licencias y otros trámites burocráticos que le permitan a los gringos establecer su tan ansiada base de operación, esto a costa del equilibrio del ecosistema y poniendo en riesgo a centenares de especies que van desde coloridos insectos hasta las majestuosas ballenas jorobadas.

Gobiernos como el de Santos y Duque permitieron el avance de tan nefasto proyecto. Sin embargo, ante la llegada del primer presidente de izquierda en nuestra historia, los colombianos y en especial las comunidades defensoras del pacífico colombiano esperaban que se frenara, en un acto de coherencia y lealtad hacia sus votantes, la puesta en marcha de la base militar operada y financiada por los norteamericanos. Sin embargo, en las últimas semanas se ha puesto en el ojo del huracán el apoyo y la aprobación del gobierno nacional hacia dicho proyecto, intentando distraer a la opinión pública al hablar de la construcción de un muelle que buscará proteger la diversidad y fomentar el ecoturismo.


No, señor presidente. Lo que se piensa realizar en Gorgona no es menos que un atropello a una de nuestras reservas ambientales más importantes y claves para los ecosistemas y la diversidad nacional. Quienes nos oponemos a la construcción y puesta en marcha de un radar de guerra en la isla de Gorgona no somos ni “Yupis” ni “Gomelos” -tal como aseguró la ministra de ambiente Jhénifer Mojica-, en su mayoría somos ciudadanos cansados del falso ambientalismo del “Gobierno del cambio” y de las mentiras con las que se nos convenció hace ya casi tres años.


Aunque hoy más que nunca sea difícil frenar la avanzada Yanki -auspiciada por la casa de Nariño- es importante alzar la voz y decirle clara y directamente al poder ejecutivo que detenga de una vez y para siempre el proyecto de base militar en la isla de Gorgona, que escuche las preocupaciones de las comunidades aledañas y recuerde los supuestos principios escritos y firmados en su plan de gobierno en defensa del medio ambiente y la soberanía nacional.


Es importante recordar aquel lema de gobierno que ha acompañado cada documento emitido por entidades públicas: “Colombia, potencia mundial de la vida”. No debe quedarse precisamente en eso, en papel. Es una frase que debe trascender y llegar al alma de los más de cincuenta millones de colombianos que hoy nos sentimos amenazados, paradójicamente por el mismo gobierno en el que confiamos más de once millares de personas aquel 19 de junio de 2022.

 

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