Por: Asociación Caminos de Esperanza, Madres de La Candelaria
Me llaman la abrazadora porque cobijo el dolor con mis largos brazos. Esos que acogen a todas las personas con las que compartimos la Desaparición Forzada de nuestros familiares.
Esas personas que con el pasar del tiempo, van perdiendo su rostro en la memoria de los otros pero no en mi. Yo los recuerdo, yo no sé donde está aquel que un día salió de su casa y nunca regresó, del que solo sabemos cómo iba vestido. Por eso, todos los días visto mi mejor ropa, esperando para que en su regreso, me encuentre con mis mejores bordados, aquellos que aprendí a hacer en esta espera y que me han permitido sanar un poco mi dolor, pero guardan en cada puntada la ausencia de ese que amo. No uso
zapatos porque ya me incomodan y no aguantan mi caminar. Son muchos los caminos recorridos, con lluvia y sol, cubriendo mi cara con mi cabello para ocultar mi dolor, ese que ya no tiene rostro y se mezcla con la incertidumbre de no
saber de ese que sigo buscando, sin perder la esperanza de nuestro encuentro.
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