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Inicios de la pareja que tuvo diez hijos

Foto del escritor: historias contadashistorias contadas


Por Jesús López Giraldo


Mi nombre es Jesús López Giraldo, soy de un pueblito del oriente antioqueño llamado Granada a 70 Kms. de Medellín. Después de que hice mis estudios de primaria y parte de la secundaria en el colegio San Luis Gonzaga, de Granada, un compañero y yo vimos que allá ya no había nada para hacer y entonces nos vinimos para Medellín. Cuando eso valía 70 centavos el pasaje y recogimos de alguna forma con qué venirnos a conseguir trabajo en el año 1942.

Conseguí trabajo en el periódico El Pueblo haciendo mandados, que en ese tiempo era el diario católico de los colombianos. Quedaba en Cundinamarca con Boyacá. Después, pasé de ser el de los mandados a ser cobrador de cuentas. Luego, viendo trabajar a los linotipistas y a los armadores en los talleres aprendí a armar, a hacer avisos, a hacer títulos en Ludlow en la cual se fundían lingotes de plomo.


Luego, aprendí a fundir, a titular, hasta que cualquier día mi patrón que se llamaba Bernardo Jaramillo Correa me dice:


-López, como le parece que tuve que echar a Carvajal, entonces para que usted me ayude a conseguir a alguien que lo reemplace.


-Yo lo puedo reemplazar.


-Usted si será capaz?


-Claro que sí.


Entonces me dejaron de fundidor, después de fundidor de plomo se acabó el periódico y pasé a trabajar a editorial Gran América, primero trabaje cuatro años. Gran América quedaba en Carabobo con Barranquilla (donde hoy está Ruta N). Allí trabajé como armador, fui corrector de pruebas, allí conocí a mi señora con la que llevo ya 60 años de casado, que esta aquí presente llamada Inés Castro, la conocí cualquier día que fue a pedir trabajo una prima de ella que había trabajado cuatro años en Noel. Entonces me llamaron a la oficina y cuando yo llegue habían dos niñas sentadas y una me miró mucho y yo también la miré. El señor Higuera me hizo unas preguntas que no justificaban el haberme llamado, me preguntó por unas revistas y las mujeres fijas en mí y yo miré fue la morenita que me pareció muy bonita.


Después, yo volví al talles y le dije a la compañera de trabajo que se llamaba Teresa Orozco, la cajista, que en la oficina había una morenita muy bonita, que parecía que iba a trabajar aquí y si viene me la consigo de novia. Dicho y hecho, entonces el señor Higuera le dijo a ella, no se fije mucho en ese López que él es muy pato, que porque yo allá molestaba mucho a las muchachas. Yo, allá, tenía muchas amiguitas, no eran novias pero sí amiguitas. Con una dialogaba en la hora del descanso, después dialogaba con la otra al medio día.


Cuando entró al otro día a las 7 de la mañana, muy campante la morenita, yo se la mostré a la compañera mía y le dije: esa es. A las nueve de la mañana, tocaron la campana. Yo estaba trabajando de armador. Ella, pasó por el frente, yo me le atravesé en el camino y le dije:


-Cómo me gusta que va a trabajar aquí.

-Sí y por qué?

-Porque me gusta y la voy a querer mucho.

-Usted también me gusta, pero yo tengo un novio en Fredonia.


Entonces nos quedamos el cuarto de hora de descanso hablando. Ahí, se ganó ella el primer regaño de la directora quien le dijo:

-Aquí no es para venir a charlar.


Entonces la hizo pasar para cartonería que quedaba en el segundo piso. Allá, hacían estuches para cajas. Ese noviazgo duró de octubre de ese año hasta diciembre del año siguiente y yo había tenido noviazgos durante 4 años y ella también. En fin, ella solo duró dos meses allá porque la llamaron para trabajar solo para fin de año, época en la que había mucho para hacer.


Cuando la despidieron, ella se fue para Santa Bárbara porque la mamá era viuda, entonces ella le colaboraba con los centavitos que ganaba. Después, yo pasé a trabajar al periódico El Correo. Yo seguí yendo a visitarla a Santa Bárbara en los días de descansos. Yo descansaba cada tres días, porque trabajaba en linotipo por las noches. Eran tres días de trabajo y uno de descanso. Ella, en Santa Bárbara, trabajaba en una fábrica donde doblaban la hoja de tabaco, el patrón se llamaba Don Luís. Así se inició el noviazgo, con más de 60 años de casados en los que levantamos diez hijos.

 

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