Por Carlos E. López Castro (texto publicado en la Revista Historias Contadas #57)
Esta es una de las primeras catorce calles que figuraban en el primer plano que se conoce de Medellín del año 1783. En 1870 tan solo existía de Bomboná a la calle Colombia. El puente construido en Sucre, en 1918, sobre la quebrada Santa Elena se llamó Baltasar Ochoa, en honor a un médico que vivió allí cerca.
Nombres
El escritor E. Livardo Ospina, nos da la explicación de los nombres que ha tenido esta carrera hoy marcada con el número 47. En su libro escribe así: “Un escenario de episodios desventurados para las armas libertadoras en la campaña de 1813, el puerto de la costa oriental venezolana de Carúpano, le da su nombre a la parte de la actual carrera 47 o de Sucre abierta desde el siglo XVII entre las calles de Colombia y de Maturín con el (nombre) de la Consolación primeramente, de La Solitaria más tarde, luego de Timbío, de allí hacia el norte prolongada apenas en la presente centuria”.1
En el año 1870, cuando en la parte Norte sólo llegaba hasta la calle Colombia, se menciona en esta esquina la fotografía de Wills y Restrepo. Es importante recordar que dicho negocio de fotografía fue conformada en 1858 por Ricardo Wills y los hermanos Vicente y Pastor Restrepo, quienes hicieron popular la tarjeta de visita porque ya se había avanzado en la técnica para poder revelar muchas copias de un mismo negativo llamado placa húmeda.
La carrera Sucre lleva este nombre en honor al Mariscal Antonio José de Sucre, gran amigo de Bolívar, quien además se vinculó a las tropas para la campaña libertadora. A los 35 años, fue asesinado en la montaña de Berruecos el 4 de junio de 1830.
Memorias de Ricardo Olano
Ricardo Olano, en sus memorias escribe estos apuntes sobre esta carrera: “De Cuba hacia el norte esta carrera continúa con el nombre de Sucre Norte. La cuadra entre Cuba y Miranda fue abierta y cedida gratuitamente por la Sociedad de La Ladera. El terreno cedido fue de 2.000 varas cuadradas (20 varas de ancho). Acuerdo No. 168 de 30 de octubre de 1923. Para abrir esta cuadra la Sociedad destruyó la magnífica casa que perteneció antes a D. Juan P. Sañudo, Carlos C. Amador y Cipriano Rodríguez. Yo hacía parte de la Junta Directiva de esa Sociedad y con mucho esfuerzo logré que se abriera la calle sacrificando la casa. Según Acuerdo No. 79 de 19 de junio de 1918, Cipriano Rodríguez cedió faja de 16 metros de ancho para abrir de Miranda a Urabá. De Urabá hacia el norte hasta donde termina la calle fue abierta y cedida por Manuel José Álvarez en 1903 cuando abrió el barrio Majalc”.2
En la esquina de Sucre con la calle Caracas, hoy podemos ver la única casa antigua de un piso donde hoy está la sede de Confiar Cultura, conocida como casa de Ernesto Moreno, construida en 1947 por los arquitectos Ignacio Vieira, Federico Vásquez y Albert Dothèe.
Edificio Furatena
Situado en la esquina de Sucre con Colombia, se inició su construcción en 1960 hasta 1966, el arquitecto fue Juan José Posada. Destacamos este edificio por su arquitectura en cuanto a la amplitud y altura de sus locales comerciales y oficinas. Recién inaugurado llegó a ser el edificio más alto de Medellín conformado de 34 plantas, o sea, 17 pisos dobles (vacío o doble altura mide 4,85 metros de altura). En el piso 17 está la sala de máquinas de los ascensores. En ese entonces su propietario fue el empresario Pedro Luís Restrepo dueño en ese tiempo de la fábrica de vidrio Peldar. Cuenta con cuatro sótanos de los cuales tres son destinados para parqueadero de vehículos. En la primera planta hay 16 locales comerciales sobre la carrera Sucre.
Por otra parte, en la página www.lopaisa.com encontramos esta historia de un entierro en la carrera Sucre.
El entierro de la casa de las señoritas Escobar
Situada en la carrera Carúpano, que después se llamaría Sucre, al cruce con la calle de Ayacucho y un poco arriba del desgraciadamente demolido Teatro Bolívar. Esta casa estaba ocupada por la Empresa Municipal de Energía.
Debido a una operación de compraventa el inmueble le fue solicitado a la Empresa de Energía la cual lo desocupó, para trasladarse a la carrera Carabobo con Perú. La construcción de la casa de las señoritas Escobar era de las más antiguas de la ciudad.
El primer celador que puso allí la agencia de propiedad Raíz duró una noche. Ni siquiera se presentó para reclamar su salario. Mandó las llaves con esta razón: “que a las doce de la noche lo habían cogido de los pies, y sobre la estera en que dormía lo arrastraron por toda la casa; que no pudo decir palabra porque la lengua se la había enredado en un portillo que tenía en la quijada derecha, donde le faltaban el colmillo y un diente; que casas desocupadas no cuidaba más; que prefería morirse de hambre”.
Como en esa época había tantos bobos, mucha gente se creyó el cuento. Se mandó un nuevo celador, y al día siguiente, ese celador se apareció en la agencia de propiedad raíz para entregar las llaves diciendo: “Ese cementerio no lo cuido mas. Anoche no dormí. Había como 20 mujeres con cara de lápida, fumando y rezando unas oraciones que yo nunca había oído, y a las 3 de la mañana prendieron todas las luces de la casa, y allá no hay energía ni para una parrilla. No vuelvo. Aquí tienen las llaves, consiga otra calavera para que le cuide su casa y sus esqueletos.
La agencia resolvió no enviar más celadores y entregarles las llaves a los señores Mariano Cadavid y Evaristo Bustamante, únicos demoledores que tuvo Medellín en esa época. De esa casa de las señoritas Escobar sacaron un entierro: todo era oro, y mucho.3
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NOTAS:
1 E. Livardo Ospina. Una vida, una lucha, una victoria. Empresas Públicas de Medellín. Editorial Colina, Medellín, 1966, pág. 72
2 Ricardo Olano. Memorias, tomo I. Fondo Editorial Universidad Eafit. Medellín 2004, pág. 336
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