Por Diego Urquijo
La delimitación conceptual del artista exige una relación entre sus cuestiones internas o estéticas y el asunto del mercado que define, en muchos casos, qué es arte, qué se puede vender como arte, el arte como entretenimiento. Lo que aleja el aspecto sensible de esas miradas que nos ponen de frente con otros cuestionamientos de lo que aparentemente es funcional.
Abordando el lenguaje de lo plástico, podemos dimensionar de una manera diferente aquellos asuntos que desde el lenguaje se consideran como irrefutables, ampliando la mente a otras necesidades más del orden del objeto del deseo, que lleva al artista a múltiples preguntas sobre las pulsiones de la vida y la muerte.
Cuestiones propias de la inmanencia y lo trascendental, el arte como resistencia desde el lugar del deseo, teniendo la posibilidad de explorar aquello que la vida ha negado o nos hemos negado.
En otra dimensión, la del mercado, si el artista dispone de los recursos, contactos, capacidades para llevar a cabo estrategias de distribución de sus obras, esto le permite acercarse a circuitos que acceden a conversaciones en torno a su trabajo y posiblemente vender. El problema pasa más por las maquinarias complejas donde predomina el poder y el dinero, por encima de muchas propuestas que realmente nos cuestionan como humanos.
Es importante mencionar que los estudios sobre arte, teorías artísticas, instituciones de formación, generan una serie de teorías que están conectadas con el público, ya que se vuelve necesario que el espectador, por lo menos, hasta cierto punto, las conozca para que se entienda el código inmerso en el tipo de obra. Por ende, los individuos formados, (artistas, curadores, historiadores del arte, las instituciones) constituyen y delimitan los códigos del arte.
Se hacen importantes, lugares como los museos, las galerías, los espacios alternativos para el arte, donde se generarán relaciones en torno a los problemas que se plantean desde el arte, confluyendo distintas teorías, comunidades de gusto, maneras de presentar, interpretar, para acercarse a entendimientos colectivos donde surgen acuerdos y desacuerdos.
Las líneas visibles e indivisibles entre el artista y el mercado nos develan sistemas de clasificación dentro de los lenguajes artísticos que, por su parte, proporcionan elementos que ayudan a diferenciar obras de arte en su mayoría occidentales determinando temporalidad, maneras de ejecución, sistema ideológico, formación del artista, entre otros aspectos. Relacionamientos con otras disciplinas del conocimiento, lo que genera múltiples posibilidades en países más desarrollados en términos de mercado y formación de público, un gran reto en países como el nuestro donde estas dinámicas son mucho más reducidas.
Por otro lado, el arte como definición (del latín ars) es un concepto que engloba todas las creaciones desarrolladas por el hombre con la idea de expresar un visión sensible, diferente, interna, critica, reflexiva acerca de la condición humana y sus aristas, utilizado el mundo real o imaginario, esgrimiendo recursos plásticos, sonoros, lingüísticos, lo que permite integrar variedad de materiales y técnicas produciendo, o no, objetos que alberguen aspectos emocionales, percepciones, vibraciones, sensaciones, lo que nos conmueve.
Pasemos a la definición del mercado del arte. El llamado mercado del arte es un concepto económico y artístico que designa al conjunto de agentes individuales e instituciones que se dedican a la explotación comercial del arte y que, como mercado, fija precios a los productos artísticos u obras de arte.
Podemos entender la obra de arte como un objeto con una técnica determinada y una raíz ideológica, producto del oficio, el rigor, la factura un proceso de investigación y reflexión, métodos intelectuales sensibles y disientes auténticos.
Lo que nos lleva a la problemática muy polémica de ese mercado, donde surgen propuestas con discursos flojos, ocurrencias, dispositivos, elementos con poca fuerza y rigurosidad que extrañamente en el mercado del arte alcanzan precios exorbitantes.
Algunos, afirman que el arte funciona más a nivel del lenguaje que de las formas, pero retomemos la definición de arte. Generalmente se define como cualquier producto o actividad realizado con una finalidad estética y comunicativa. Entiéndase como la capacidad de mirar aspectos ligados al leguaje de manera diferente, donde se expresan ideas, emociones y una mirada del mundo, desde las posibilidades plásticas. Lo que en mi caso personal me lleva a preguntar por la expresión y surgen unas preguntas que resultan fundamentales ¿Qué expresa la obra caracterizada como expresiva? ¿Qué le confiere expresividad? ¿Quién verifica la expresividad?
Se puede entender como obra expresiva, aquella que provoca cierto estado emocional en su destinatario y el que la produce. La definición de expresión conectada a la emoción del espectador es difícil de separar, por el contrario, se combina, convive y se materializa generalmente en las artes plásticas por medio de objetos que son clasificados por condiciones de trayectoria del artista, formación, contexto, ideas y técnica utilizada, por lo menos en círculos serios del mercado del arte.
En pocas palabras, el arte como objeto o no objeto, donde se encuentran la expresión y la reflexión, no la explicación argumentativa. El arte conceptual se sitúa en la posibilidad de que exista el contenido sin la forma, trasladándose donde emergen las ideas como una extensión de lo que se siente, uniéndose pensamiento y efecto, lo que genera una experiencia artística que es válida, que en muchos casos puede ser un trabajo colaborativo y comunitario, en otros rasgos sensibles de pensamiento profundo, otras veces insultos a la inteligencia del público.
Entonces, el concepto de arte nos permite expresar a través de diferentes recursos plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales, etc. Encontramos inclusive en el cine en muchas ocasiones estos lenguajes.
Surgen entonces las preguntas: ¿por qué tanta retórica en el campo de las artes pláticas en las ultimas décadas? ¿la retórica como complemento del objeto o como negación del mismo? ¿en un futuro la inclinación es a privarnos como humanidad de la experiencia visual y la belleza de nuevas pinturas, objetos representativos con raíces culturales profundas, dibujos, esculturas entre otros objetos?
La fuerza de lo análogo conectado a las nuevas tecnologías, al objeto del deseo de cada artista, al pensamiento, sigue acoplado a una lucha por la resistencia de poderes instaurados, la configuración de espacios, la invención de lugares tangibles e intangibles, ese asunto de la experiencia visual que nos desconecta del lenguaje, para encontrar otros caminos de confrontación de miradas complejas y diversas.
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