Por Carlos E. López Castro
Una breve mirada a los inicios de la imprenta desde el rústico invento de Gutenber con tipos de letras móviles pasando por el linotipo una máquina que revolucionó y agilizó la impresión de periódicos y revistas, hasta la llegada de la litografía y luego uno de los inventos presente como es le internet que para muchos desplazará la impresión de medios de comunicación y de libros.
LA TIPOGRAFÍA
En el arte de imprimir en papel, de la rústica tipografía con moldes hechos letra por letra de plomo hasta pasar por los linotipistas quienes hacía líneas de textos con lingotes de plomo en una máquina llamada linotipo y llegando al sistema litográfico, el centro de Medellín y algunos barrios de la comuna 10, La Candelaria, han sido vitales en la historia de la imprenta y los medios impresos porque allí se han instalado las principales tipografías y litografías, dejando un gran legado cultural en los periódicos, revistas, libros y otros documentos impresos. La tipografía y el linotipo se han extinguido, pero quedan algunos de sus protagonistas. Esos artífices que imprimieron parte de nuestra historia. Para ellos va este homenaje y que les brille aún muchos soles de la misma manera que hicieron ver a la luz pública sus impresos.
En Antioquia, según la versión que más coincide consultada en textos escritos, la primera imprenta llega en 1814 a Rionegro, con el tipógrafo cartagenero Manuel María Viller Calderón. Las primeras tres publicaciones impresas en Antioquia fueron: La Estrella de Occidente –donde fue redactor, como refugiado, el sabio Francisco José de Caldas–, La Gaceta Ministerial de la República –medio defensor de la independencia– y La Gaceta de Antioquia. En 1815, esa imprenta fue trasladada a Medellín. Ocupó la casa donde más tarde sería la imprenta departamental, en la calle Carabobo frente al Palacio Municipal. De estos talleres salió el periódico El Censor que solo vieron la luz pública siete ediciones. La imprenta Belalcázar, considerada la segunda instalada en Medellín, en el año 1822, allí se imprimieron los periódicos El Eco de Antioquia y El Antioqueño. Estuvo ubicada en la calle Ayacucho. Editorial Bedout se inició como Tipografía del Comercio, en 1887, luego pasó a llamarse Tipografía Bedout fundada en 1889 por Félix de Bedout Moreno. En la imprenta de don Isidro Isaza se editó El Pendón de la Justicia, La Restauración, El Oasis. Imprenta de Gutiérrez hermanos propiedad de los hijos del poeta Gregorio Gutiérrez González. Imprenta Pineda donde se imprimieron lo periódicos Novedades, El Centinela, La Justicia, entre los años 1880 hasta 1917.
En la imprenta Republicana se editó La Miscelánea, y La Voz de Antioquia. En la imprenta El Esfuerzo, en 1891, se imprimieron los periódicos El Esfuerzo, La Montaña, La Juventud y La Revista de Antioquia. En el primer directorio de Medellín que se publicó en 1906 anunciaron su aviso cinco imprentas, tres tipografías, una litografía, tres impresores especializados y 36 tipógrafos.
La mejor forma de entender el alma de las imprentas, sus cajistas, su plomo, su tinta, su prensista, su máquina y su papel, esta en la poesía de Carlos Castro Saavedra quien escribió: “El mundo de la tipografía es maravilloso. Dentro de él hay pájaros de plomo que tratan de elevarse y apenas alcanzan a elevarse y apenas alcanzan a cantar en manos de los tipógrafos. La tipografía vino a auxiliar a los hombres que construyen países con palabras y aspiran a que sus semejantes los habite. La tipografía es, ni más ni menos, la realización de un sueño de eternidad”.
Cuatro siglos después de que Gutenber inventara los tipos sueltos o móviles para la imprenta, el alemán Ottmar Margenthaler inventó la máquina linotipo, con la que logró que las letras en relieve quedaran juntas en una línea de lingotes de plomo, con lo cual se hizo más rápida la labor tipográfica, sobre todo para la impresión de textos extensos de periódicos, revistas y libros.
Volvamos a la poesía de Carlos Castro Saavedra: “Cada palabra que el linotipo atrapa con su golpe uniforme, con su música terca se salva de la muerte o por lo menos asegura para sí una existencia más larga. Los linotipistas, seguros de sí mismos teclean con ritmo y ponen un poco de su sangre en el metal para que los frutos de su trabajo sean humanos y completos. Desde el momento en que los libros empiezan a nacer, desde que brota la primera hoja, la tipografía hace las veces de paloma y de ala”.
FUI TIPÓGRAFO
Escribir sobre la tipografía, lo debo iniciar en primera persona con un recuerdo inolvidable. Corría el año 1970, cuando yo era un niño de seis años que aún no había entrado a la escuela. A la entrada del garaje de mi casa, a media cuadra de la iglesia El Calvario del barrio Campo Valdés, llegó una grúa a descargar lo que, para mi estatura, era un gran armatoste de hierro, una máquina Chandler 8, de las primeras máquinas para imprimir luego de la invención de la imprenta creada por Gutenber.
ALGUNOS PERSONAJES
El señor Oscar Velásquez durante cincuenta años fue propietario de Grafoprint, su padre Samuel Velásquez Uribe inició ese negocio después de que se jubiló en Editorial Bedout, después de trabajar 36 años. Desde 1966 se iniciaron con máquinas tipográficas Graffo, antecesora de la pinza Heidelberg que con el tiempo fueron cambiadas por litográficas.
Cuenta: “Teníamos los cajistas que eran los armadores de los moldes con tipos sueltos, de plomo. Esta comuna, ha tenido grandes aportes con la tipografía, con la litografía con la editorial. Empezando por don Luis Vieco, grande artista plástico, en Vieco y Cía. se hicieron todas las etiquetas para la mayoría de grandes industrias. Él las dibujaba a mano, hacía todos esos artes eran manuales, los que hoy conserva el Museo de Antioquia. Ahí se inició en esta zona la tipografía, la editorial. También hubo muchas otra importantes como La Medicamenta, donde hacían todas las etiquetas de las drogas que se producían en los laboratorios. Don Gustavo Arbeláez con la Litografía Especial fue nuestro vecino. A través de los siglos, la imprenta ha sido un polo de desarrollo cultural increíble. Sin estos medios, careceríamos de los libros. Ha sido la base de la educación de todo el mundo. Yo creo que el libro nunca podrá desaparecer, nunca podrá desaparecer”.
Ernesto López fue el propietario de Editorial Lealon, quien lleva más de 60 años en el centro de Medellín. En una tertulia realizada por la revista Historias Contadas, esto expresó: “Durante muchos años trabajé en Editorial Bedout que estuvo muchos años en el barrio Jesús Nazareno, en la carrera Bolívar con Moor. Me inicié estudiando imprenta en el Pedro Justo Berrío, entre a ese colegio a hacer un bachillerato técnico. Existían varios talleres: tipografía, mecánica, encuadernación, carpintería y sastrería. Entré a editorial Gran América en 1959, allí tuve una novia que era papelera con quien me casé en 1961”.
El señor Darío Molina “Entré a trabajar a El Colombiano en 1947. En 1948, ya era linotipista con 16 años de edad, el más joven que tenía el país. Luego me fui a de aventura llegué a Cali a trabajar al periódico El País y al diario El Pacífico, luego llegué a Bogotá al diario La República y luego volví a El Colombiano. El orgullo más grande fue que mis compañeros me nombraron en varias veces como presidente de la Asociación de Linotipistas de Antioquia, que había sido fundada en 1945”.
Bernardo López: “Trabajé en el periódico La Patria, de Manizales, durante 7 años luego pasé a la editorial Alonso donde estuve 11 años. En 1956 me fui para Bogotá y trabajé en el diario La Paz, que era el periódico gobiernista, luego en el diario Oficial, además en La República y hacía unos turnos en El Espectador. En 1958 trabajé en la imprenta Nacional con don Tarcisio Higuera y en 1960 trabajé en El Correo donde estuve 18 años”.
Jaime Mercado Jr.: “Del periódico Universal, de Cartagena, pasé a trabajar a El Diario de la Costa, donde estuve 5 años y El Heraldo. En 1960, me vine para Medellín a trabajar a El Colombiano, al mismo tiempo que estudiaba en la Universidad de Antioquia.
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