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El accidente de Gardel en Medellín: Yo hablé con un testigo presencial



Por Jaime Mercado Jr.


Suele creerse que todos los accidentes de aviación, son aéreos. En el caso que nos ocupa no fue así. Fue un accidente terrestre. Las dos aeronaves, una de SCADTA y otro de la SACO, estaban en tierra. Existen algunas versiones sobre las causas del lamentable hecho.


El doctor Juan Zuleta Ferrer - director de EL COLOMBIANO- me dijo de modo terminante: “ Vea Jaime. Fue un viento de cola el que produjo el accidente”. Yo había ido al aeropuerto a despedir a mi hermano Estanislao, quien ejercía su profesión en Cali. Me interné, en forma imprudente, entre los dos aviones. Un empleado me dijo, de modo enfático: ¡Señor, aléjese de la pista. Los dos aviones pueden explotar! En efecto, poco después sobrevino la conflagración. Siempre que hablaba con él, me decía en forma compungida: “Me dolió ese hecho. Yo quería mucho a mi hermano”.


El hombre

Como lo ha dicho la crítica, Gardel procedía de un hogar humilde. Pero esto no constituyó ningún obstáculo, para que él subiera al pináculo de la gloria. Como razón de su pobreza, fue primero un viacrucis. Voceaba, por las calles del Barrio del Abasto, fósforos y periódicos. Quiso ser tipógrafo o joyero. pero ahí no estaba la razón de ser de su vida, su futuro. Era en la gama de atributos, humanos, físicos y artísticos que llevaba dentro de sí.


A los 17 años, alguien le presta una guitarra, con la cual aprende a rasguear y cantar. Imitaba a los payadores de la época. La gente se acercaba a escucharlo, en actitud que era mezcla de curiosidad y de burla.


El comienzo

Un hecho político, fue el que más contribuyó a darle prestigio al tango y a Gardel. Eso fue durante las elecciones, del caudillo de la Unión Cívica Radical, Hipólito Irigoyen. En este acto, obtiene el triunfo para llegar a la presidencia de la república en 1916. En el Teatro Esmeralda se le invita a que cante. Interpretó uno de los pocos tangos que llevaban letra. Ese cuyo primer cuarteto dice:


“Percanta que me amuraste

en lo mejor de mi vida,

dejándome el alma herida.

Y espina en el corazón”.


Al escuchar el tema, la concurrencia aplaudía sin cesar. No se sabía si al texto del letrista, Pascual Contursi, o aquella voz llena de matices fonéticos.


Con Razzano

Toda la experiencia que había acumulado, le sirve para un encuentro con Miguel Razzano, un uruguayo llamado el oriental. Tanto se hablaba de ambos, que se preparó una “tenida grande”, en casa de la familia Cigena, en el Barrio del Abasto. Se llamaba a este lugar la calle “Guardia vieja”. Hoy se denomina “Carlos Gardel”. El encuentro era a muerte y debía concluir cuando uno de los dos cantores dijera. “¡Basta!”



El primer contrato

Al fin, fue el viejo establecimiento Armnonville el que contrató, por primera vez, a Gardel y a Razzano. Este lugar era una imitación del Cabaret Chateau Francés. Era un viejo caserón, adornado con jardines en los que había sillas. Allí, concurrían aquellas parejas “que preferían contarse su amor de un modo silvestre”. Una noche de farra, Gardel y Razzano llegan al lugar, acompañados por otros amigos. Trataron de hacerlo de incógnito. Pero alguien los descubre. Entonces las luces dejan de iluminar el escenario y el reflector va hacia ellos. A petición del público, se levantan para responder los aplausos.


Cuando terminan de cantar el gerente de la sala se acerca a Razzano y le dice que los contrataba por 70 pesos.


Razzano fue a comentarle la suculenta oferta a Gardel. Este se tornó pálido de la emoción y se produjo el siguiente diálogo:


-¿Estás seguro de que te dijo setenta?

- Sí.

-¿Será por mes?

-Mirá: Mucho no es. Pero…¿Por qué no le preguntas otra vez?


Razzano le pregunta al administrador lo siguiente:


¡Por qué no me aclara una cosa?

Sí. Diga.

¿Usted dijo setenta?

Sí hombre. “ Setenta pesos por día. Pero pueden comer y tomar cuanto quieran. Razzano casi que desfallece. Cuando le cuente a Gardel, en qué consiste la oferta, creyó que este moriría de la emoción. En efecto, Gardel quedó asombrado y palideció notablemente.


Con Santos Discépolo

Se ha dicho que el tango tuvo su gran filósofo. Se llamaba Enrique Santos Discépolo. Este, era integrante de una generación de porteños, bohemios, vagos y trasnochadores. Además destilaba tristeza, amargura y pesimismo. Sus obras, exitosas por cierto, fueron interpretadas por los personajes ya mencionados.


Se inspira en La guerra del catorce

El triunfo que habia acumulado, en los diversos escenarios de América, le sirve para que lo llamen de Europa. Vale la pena recordar, que se inspiró en La guerra del catorce. Esa lucha fratricida que produjo tantos genocidios. Viaja luego a Madrid a cumplir algunos contratos. Allí, estrena uno de los tangos que más lustre le dieron.


“Barrio plateado por la luna

rumores de milonga

es toda tu fortuna


Sigue a París y allí estrena otro tango. En ese contexto presenta el ritmo, no como réplica del pesimismo. También como canción de protesta. Leamos un fragmento:


“Silencio en la noche

ya todo está en calma

el músculo duerme

la ambición descansa”.


En Medellín

Al consolidar su prestigio, lo invitan de Medellín. Al llegar al aeropuerto, miles de personas lo aplauden y lo felicitan, en forma entusiasta. “El supremo intérprete del tango, ha llegado a Medellín”. Así informó EL COLOMBIANO, a ocho columnas en primera página.


“Mi público. Este es mi público, dijo Gardel al bajar del avión”. Más adelante expresó, ante un redactor del periódico mencionado, el siguiente juicio: “Este pueblo de Antioquia, recio, viril y noble, tiene mucho de la grandeza de nuestro Martín Fierro”.


El maestro Héctor Castrillón Londoño, -que ya está en la jurisdicción etérea- viajó a Argentina. Quería documentarse más sobre él, Visitó su tumba y un monumento alusivo a él. “Gardel cada vez canta mejor”, expresó Castrillón.

 
 
 

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