Fuente: Julio Vives Guerra. (Crónicas. Edición Autores Antioqueños)
Algunas personas hoy recuerdan los cuentos de Cosiaca, pero muchos no saben quién fue este personaje popular que ha hecho parte de una cultura costumbrista, de humoristas, de copleros y de caminantes aventureros paisas. Veamos una historia contada, de esas vivencias campesinas, que nos dejó escrita el cronista Julio Vives Guerra, nacido en Santa Fe de Antioquia:
“Cosiaca se llamaba José García, pertenecía a la más humilde clase social y era perfectamente analfabeto. Pero tenía un talento que para sí lo quisieran quienes presumen de apóstoles y conductores.
Fuera de eso, era persona de adamantina honradez, cualidad que también les hace falta y les falta a algunos de los aludidos conductores y apóstoles.
Conocí a Cosiaca cuando yo contaba unos seis años y él unos sesenta. Mi padre me aseguraba que había conocido siempre viejo a Cosiaca. De modo que moriría de mil años, como el conde de Cagliostro.
Pero ni la edad ni el aguardiente habían logrado apagar el ingenio de Cosiaca, personaje tan agarrado a las costumbres de la Montaña.
Y va un episodio, mientras escribo otros. Una vez iba Cosiaca de Medellín para Guarne, a un carnaval o “fiestas de plaza”, como entonces se decía.
Al salir de Medellín encontróse con un señor Henao que llevaba al hombro una arroba de tabaco en rama.
–Cosiaca –le preguntó Henao– vas para Guarne?
–Sí, don Henaíto –le contestó Cosiaca.
–Entonces tú puedes llevarme este tabaco. Estaba yo aquí esperando alguno que fuera a Guarne, para mandar esta arroba de tabaco a mi hermano, que lo necesita esta misma tarde. ¿Se lo llevas?
–Hasta demás, don Henaíto –respondió Cosiaca afablemente.
Henao le entregó a Cosiaca el fardo de tabaco, le pagó la conducción y luego, dejándole un papel doblado, le dijo:
–Mira, esta es la guía; cuidado la dejas perder, porque te decomisan el tabaco.
–No tenga cuidado, don Henaíto.
Echóse el anciano el bulto al hombro y empezó a andar. El camino de Medellín a Guarne es una cuesta empinada y Cosiaca, que era muy canijo, ascendía cansadísimo y loco de aburrido con el fardo.
Había andado una legua y apenas traspasó el límite de los dos distritos, lo detuvieron dos comisarios de resguardo, uniformados, y uno de ellos le dijo:
–¿Qué lleva usted ahí?
–Una arrobita de tabaco en rama, mi don –contestó Cosiaca humildemente.
–¿Tiene la guía?
–No, mi don, a yo no me dieron ninguna guía.
–Entonces, venga ese bulto, que es tabaco de contrabando.
Cosiaca, sin oponer la más leve resistencia, le entregó el tabaco y echó a andar entre los dos guardias, muy contento, porque ya iba descargado.
Llegado a Guarne, los dos guardias se dirigieron con Cosiaca a la administración de rentas y uno de ellos le dijo al administrador:
–Aquí está este hombre, que traía esta arroba de tabaco de contrabando.
–¿No trae la guía respectiva? –preguntó el administrador.
–No, señor, nos dijo que no le habían dado guía.
Entonces Cosiaca, sacando de su grasiento guarniel la guía reclamada y entregándosela al administrador, le dijo:
–Vea, el “dotor”, en Medellín me dieron este papelito.
Leyólo el administrador, y repuso sonriendo:
–Pero si esta es la guía, hombre.
–“Antonces” yo me llevo mi tabaquito –agregó Cosiaca.
–Y nosotros que le cargamos a este viejo el fardo casi desde Medellín! –exclamó uno de los guardias, amohinado.
Entre las carcajadas del administrador y de los circunstantes, agregó Cosiaca, por vía de consoladora epifonema:
–Es que “bustedes” son muy buenos guardianes y me sirvieron de ángeles de la guardia, mientras yo les servía de guía”.
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Bibliografía:
Julio Vives Guerra. Crónicas. Edición Autores Antioqueños. Medellín, 1994, p.55
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