Por Carlos E. López Castro
(Artículo publicado en la revista Historias Contadas # 150)
Se tienen pruebas que nuestros antepasados indígenas eran horticultores y alfareros, desde hace más de 2.500 años antes del presenta (AP). Elaboraban diferentes utensilios en barro, sobre todo vasijas, y volantes de huso que utilizaban como plomada para sus telares verticales, para retorcer el hilo y luego hacer el tejido en tela.
En varios sitios del Valle del Aburrá, en los años 1953 y 2015, fueron encontrados vestigios de estos trabajos de alfarería (Arte y técnica de fabricar objetos de barro cocido).
En 1787, con el oidor Mon y Velarde ya existía una ordenanza sobre oficios y artesanos que enfatizaba en que los otros grupos sociales los estimaran como “gente honorable y de respeto”. Estaban divididos en artesanos semicalificados, artesanos finos y artesanos artistas.
Desde el siglo XVIII, ser artesano en Medellín y Antioquia estaba enmarcado por muchos oficios más de los que hoy se conocen: entre otros, estaba, el arquitecto empírico, maestro o maestro mayor, oficial, alarife, pintor, decorador, tallista, escultor, impresor, tipógrafo, carpintero. Talabartería, sastrería, platería. En relación al hierro estaba: mecánica, fundición, cerrajería, hojalatería.
Según un censo realizado en 1813, eran artesanos la tercera parte de la población masculina en Medellín y un importante número de estos tenían el título de Maestro o Maestro Mayor.
En 1822, ya existía en Medellín dos imprentas: la del español Viller Calderón y la de José Manuel Balcázar, quienes ejercieron su activismo político y a este último le fue expropiada su imprenta en 1860 y le convirtieron sus tipos de plomo en balas.
En 1838, los carpinteros adquirieron prestigio con las enseñanzas de maestros extranjeros como José y David Harris (de Estados Unidos) y el alemán Enrique Hauesler.
En 1865, fue fundada la Escuela de Ciencias y Artes conformada por socios recién llegados de Europa: Ricardo Rodríguez, Ricardo Wills, Vicente Restrepo y Juan Lalinde.
En 1870, se fundó en Medellín la Escuela de Artes y Oficios (EAO) de Antioquia que contribuyó significativamente en la calificación de la mano de obra artesanal. Una de sus sedes fue el primer piso de lo que hoy conocemos como Paraninfo de la Universidad de Antioquia, y es nombrado como director al ya mencionado Enrique Hauesler.
A la EAO llegaron maestros artesanos como Canuto Acevedo, Rosendo Muñoz, Emiliano Rave, Idelfonso Amaya (carpintería). Florentino Velásquez y Clodomiro Moreno (herrería). Ricardo Marshall (cerrajería). Y obreros suecos en cerrajería. Además muchos otros con maestría en ebanistería, cerrajería, mecánica, construcción, carpintería, cerrajería, litografía, cerámica, encuadernación y tipografía.
A finales del siglo XIX los fotógrafos hacían parte de los artesanos ya que el revelado de fotos se hacía de forma manual.
Según un censo del año 1906, el 10.6% de los habitantes de Medellín se ocupaban en la artesanía y un 25.9% estaban en los oficios domésticos.
En las tres primeras décadas del siglo XX, los artesanos fueron vitales en la construcción y decoración de edificios que fueron patrimonio arquitectónico de Medellín. En gran parte realizados por la firma “H. M. Rodríguez e hijos” entre los años 1903 hasta 1973.
Un párrafo que nos resume el decaimiento de la pérdida del valor del poder social y asociativo que llegaron a tener los artesanos, pero resalta su participación política lo escribió la historiadora Catalina Reyes, así: “La formación intelectual y el espíritu rebelde y crítico de algunos artesanos los llevaron a acercarse a los obreros, que en los años veinte, sin garantías laborales ni protección del Estado, estaban sometidos a la voracidad de los nuevos empresarios. Muchos antiguos artesanos que antes militaban en el Partido Liberal canalizaron su descontento e inconformidad a través del naciente socialismo”1
Este tema interminable sobre los artesanos lo finalizamos destacando algunos municipios de Antioquia con su distintivo artesanal: Envigado y Jericó, en la talabartería y el carriel; Carmen de Viboral y Caldas, en cerámica; El Retiro, en artesanías y talla en madera; Jardín, El Bagre, Tarazá, Ituango, Puerto Berrío, Valparaíso, Pueblo Rico, Cáceres, Zaragoza, Anorí, Remedios, Segovia y Vegachí con artesanías de diferentes resguardos indígenas de la etnia emberá; Santafé de Antioquia, filigrana de oro y plata.
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Bibliografía:
-Aristizábal Espinosa, Pablo. Los Aburráes. Tras los rastros de nuestros ancestros. Colección Memoria y Patrimonio, Secretaría de Cultura Ciudadana. Medellín, 2015.
-Historia de Medellín. Compañía Suramericana de Seguros. Medellín, 1996. “Los artesanos en Medellín en el siglo XIX”.
-Mayor Mora, Alberto. Las Escuelas de Artes y Oficios en Colombia. 1860-1960. El poder regenerador de la cruz. Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
Notas:
1.Reyes, Catalina. La Vida Cotidiana en Medellín, 1890-1930, pág. 91.
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